Hace calor, y mi hija está dormida en el auto. La bajamos para entrar a un supermercado, pero ella, sin duda muy irritada no quiere. Y empieza la escedna que todo padre teme: El berrinche en público. Pasaron por mi mente infinidad de pensamientos, pues ante todo soy madre. En esta ocasión actué distinto a lo que seguro hubiera hecho en otro momento de mi vida, alejarme un momento emocionalmente, respirar. Y no reaccionar, dejar que se expresara y luchar contra el temor a ser juzgados. Y la tormenta pasó. Pero en esos instantes, llegó a saltar la pregunta ¿estaré haciendo las cosas bien?
Sin duda es una pregunta que toda mamá se hace. Sobre todo ante tanto bombardeo sobre estilos de crianza, disciplina, alimentación, etc.
El gran error que cometemos es compararnos. Una frase que uso en terapia y en mi vida personal es la de no comparar nuestro interior con el exterior de los demás. No sirve de nada. Todos tendemos a ser juiciosos sobre la maternidad de otras pero hasta que nos pasan las cosas entendemos que nadie nos enseña a serlo. Por lo tanto, seguro que habrá días en que te sentirás sobrepasada, cansada, sin ganas de jugar o con la misma paciencia que otros días, y eso no te convierte en mala madre.
Tenemos que ser realistas, si un dia se te escapa un grito, la casa no es reluciente, o no se te dan los juegos didácticos, o quizá un día no vas a estar feliz y contenta con tu trabajo, con tu pareja, con tu vida, etc., y sin embargo, con ello no vas a dañar irremediablemente la relación con tu hijo.
Tampoco nos convierte en malas madres el no tener el parto que deseabas, o si no lactaste lo suficiente o porque tienes que llevarlo a la guardería, si ya tiene tres años y aun usa pañal, etc., etc.
Lo importante es aceptarse vulnerable, imperfecta, humana, pero siempre con el amor suficiente para reflexionar cuando hacemos cosas que sabemos que podemos mejorar y hacerlo. Ser responsables para evitar caer en el caos o la agresividad es mucho más útil que reprocharse y vivir siempre queriendo ser el ideal que te venden en los medios.
Como afirma Rebeca Wild, una buena madre no es una madre perfecta, ni la que más paciencia tiene, ni la que sabe más de comportamiento infantil, de juegos, de lactancia, de sueño, de hábitos. Un buena madre es la que siempre intenta dar lo mejor a sus hijos en forma de libertad y límites, amor y respeto. Y si no sabemos algo, asumimos la responsabilidad de buscar ayuda, La maternidad no es algo que deba sobrellevarse sola. Biológicamente estamos hechas para ser madres, pero emocionalmente requerimos apoyo cálido y sano.
Concluyo con la reflexión de Donald Winnicott, quien dijo que “la madre suficientemente buena”: la mamá que no aspira a la perfección, sino que acepta sus limitaciones, está disponible para su hijo, pero es capaz de poner límites y decir no.